miércoles, 14 de septiembre de 2011

Vuelta al cole

Estamos ya todos en el cole, pero algunos lo tienen más crudo: los profesores. Para empezar, los cerca de 3.000 interinos que se han quedado sin trabajo (y sus alumnos sin volver a verlos, claro está), y para seguir los que tienen su plaza pero a quienes han empeorado sus condiciones de trabajo. Es verdad que está todo muy mal y que hay que recortar, es cierto. Y que ellos al menos tienen un trabajo fijo, cierto. Pero quienes arguyen esto quieren que perdamos de vista otros argumentos: no están peleando sólo por su trabajo, están peleando por la Educación, así en mayúsculas. Por la de mis hijos y la de los tuyos. Todos deberíamos estar de su lado, porque lo que está en juego es mucho más que si trabajan un par de horas más. Mi hija aún no va a Secundaria, pero en unos años llegará, y me pregunto qué quedará entonces del sistema público para ella y sus compañeros. Porque todo lo que perdamos ahora no lo vamos a recuperar. Y es que a mí me gustaría que fuera a un colegio público. No quiero refugiarme en la enseñanza concertada ("sin inmigrantes") ni en la privada chupiguay. Quiero que vaya a un colegio normal, con gente normal, con los amigos del barrio, con niños de toda procedencia, con familias que tengan más y menos que nosotros, que aprenda cómo es el mundo real también en su colegio. Pero no sé si Esperanza Aguirre dejará que esto sea posible muchos años más. No sé tampoco si nadie va a decir nada de los recortes de la enseñanza pública frente a los privilegios de la concertada (por ejemplo, si no queremos guettos, ¿por qué no se les obliga a acoger un cupo X de inmigrantes?). Lo que sí sé es que debemos tratar mejor a nuestros maestros. Elsa Punset habla hoy en su blog de "un prestigioso diplomático finlandés, al que le preguntaron durante una cena cómo había llegado a ejercer su profesión, contestaba: “Quería ser maestro, pero no logré superar los exámenes de entrada y terminé siendo diplomático.” Señora presidenta de la Comunidad de Madrid: no olvide que un maestro no es cualquiera. Que cuida de sus hijos y de los míos mientras no estamos. Que merece estar contento con su trabajo para luego transmitir alegría a sus alumnos. Que un buen maestro deja huella toda la vida. Y uno malo e insatisfecho, también.

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